Es bastante claro que Costa Rica no está en equilibrio macroeconómico con una tasa de desempleo abierto que ronda el 10 % de la Población Económicamente Activa (PEA). Dicha tasa de desempleo se ha venido soltando de su tendencia de largo plazo de alrededor de un 5% desde la segunda mitad de la década anterior y por cerca de 10 años ha tendido a disminuir el empleo sino que también se ha deteriorado la calidad del mismo. Este proceso de ajuste estructural de la economía costarricense ha sido marcado por un crecimiento económico muy moderado y un aumento sustantivo de los costos reales de producción nacionales en comparación con otros países y regiones. En síntesis, la situación del desempleo es un claro problema estructural de la macroeconomía costarricense que se asocia con un tendencia de largo plazo de deterioro de la competitividad, pérdida de dinamismo del crecimiento económico y en años más recientes, un deterioro en la capacidad exportadora y de atracción de inversión extranjera directa.
Paralelamente el país ha tenido un cambio sustantivo en materia de su política cambiaria. Desde el 2006 se ha venido experimentando ajustes en la política de tipo de cambio que ha llevado a una clarísima apreciación del tipo de cambio real, tanto en su versión bilateral con los Estados Unidos, como en el cálculo multilateral con las economías que realizamos comercio internacional. Este proceso ha sido marcado por el uso de la nueva filosofía en boga en los organismos regionales asociada con las metas de inflación, que prácticamente ha impuesto una política cambiaria esencialmente centrada en el control de la inflación doméstica, apuntalando un Banco Central poco preocupado por el empleo y por el crecimiento y centrado en sus objetivos de estabilidad de precios internos. Como resultado de lo anterior, el país ha visto más que duplicada su tasa de desempleo y ha visto bajar en caída libre la inflación.
Si bien existen otros elementos estructurales en desequilibrio, es claro que los ajustes cambiarios de la última década no han sido evaluados apropiadamente en cuanto a sus resultados en el conjunto del ecosistema macro del país. A costa de muchos empleos y de grandes cambios en la distribución del ingreso, el país tiene una inflación casi de cero, creo que debería existir una mayor asertividad en materia macroeconómica y procurarse un balance más adecuado entre dichos objetivos. Es hora de hacer una evaluación clara de nuestro nuevo sistema cambiario y valorar a tiempo los ajustes que requiere de cara a sostener los equilibrios sociales tan importantes para la buena marcha de la economía. Dejar a la libre el sistema cambiario sin controles de capital y sin una clara política de ajuste en lo público, puede llevarnos por un sendero peligroso que motive ajustes violentos en nuestro acontecer económico.
Dr. Leiner Vargas Alfaro