Urge una reforma fiscal en Costa Rica. No es posible avanzar con una reforma al Estado sin asegurar la estabilidad y la sostenibilidad financiera del mismo. Del lado de los ingresos, las reformas van desde cobrar mejor los impuestos, reducir las exoneraciones innecesarias e injustificadas y por supuesto, corregir la base tributaria para que se cobren impuestos a bienes y servicios, con un instrumento tributario moderno como el impuesto al valor agregado. Pero sería absurdo aumentar los ingresos sin corregir los disparadores del gasto público, es por eso que se debe favorecer una racionalización de los incentivos salariales, reformar el sistema de pensiones y adecuadamente nivelar las transferencias. Un Estado basado en resultados con menos trabas en sus procesos que cierre aquellas instituciones que duplican o no generan valor agregado sustantivo a la sociedad, de eso también debe discutirse cuando se habla de reforma fiscal.
Los costarricenses están artos de la doble moral de los políticos que se esconden en campaña para discutir o que se acomodan cantando al oído de los seguidores lo que quieren escuchar. Lo anterior, ha dejado sin margen político las reformas fiscales en el último tiempo. Pareciera que el país está cansado de los buenos políticos y requiere de un estadista que diga con claridad lo que se debe hacer, cómo y cuando a pesar de los costos políticos que eso implica. Cuando se dice una cosa en campaña y otra cosa en gobierno, se deteriora la credibilidad del sistema democrático y al final, se pierde capacidad de liderazgo de un proceso trascendental como lo es la reforma fiscal.
El gran temor de quienes podrían estar pensando en apoyar con fuerza una reforma fiscal en los próximos meses no es el de la certeza que es lo correcto o que es quizás la última oportunidad como país para poder hacer la reforma con estabilidad económica, se trata de la incertidumbre que genera la gran diversidad de intereses políticos representados en la Asamblea Legislativa y la poco o nula capacidad del partido oficialista en el poder, para conducir de forma razonable el proceso de aprobación de la misma. Definitivamente, el Presidente no da una, entre los fallos de su equipo y sus problemas personales, no le permiten concentrarse en la conducción del país. La situación no es para nada feliz en la Asamblea Legislativa donde los partidos especulan con sus resultados en las elecciones municipales de medio periodo y sus chances para ser gobierno en el 2018. Todo lo anterior hacen de la reforma fiscal un tema de marginal avance en país.
Dr. Leiner Vargas Alfaro